Audi ha hecho con el R8 un cupé con unas cualidades dinámicas muy convincentes. Por la respuesta de su motor y por la puesta a punto del chasis, es una de los referencias entre los cupés deportivos de un precio similar. La estabilidad está a un nivel sorprendente y, a la vez, transmite una sensación de seguridad que difícilmente tienen los coches hechos para ser tan rápidos en curva.

Lo peor del Audi R8 tiene que ver con cualquiera de las dos cajas de cambio que puede tener. La manual, de seis velocidades y con un embrague bidisco, porque en ocasiones las marchas entran con dificultad, en parte por la rejilla que está en la base de la palanca —si no la tuviera y el pomo fuera menos agresivo con la mano del conductor, quizá las cosas mejorarían mucho—. El automático «R tronic», también de seis velocidades, porque para una conducción normal no «sabe» cambiar con suavidad, y si se trata de aprovechar todo el potencial, los cambios son bruscos porque la aceleración queda interrumpida durante unos instantes. Esa falta de aceleración puntual no supone un problema en carretera —desde el punto de vista de las prestaciones— pero las brusquedad puede alterar ligeramente la trayectoria.